El ESTUDIO
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El ESTUDIO

La vida que adquiere un trazo, su realidad, su verdad, entiende poco de puestas en escena llenas de sofisticación y grandiosidad, exotismo o extraordinarios caminos que la puedan envolver con el misterio que rompe la rutina. Son sólo apariencias, la mayor dificultad del camino, su mayor belleza o audacia no son garantía de nada, no por ello adquiere vigencia o ha de ser bendecido, admirado o contemplado, ni siquiera admitido un arte que se ampara y esconde en lo que le ha dado vida en vez de en sí mismo. Las circunstancias son sólo anecdóticas, el Himalaya o la colina de detrás de casa pueden ejercer el mismo impulso, no son relevantes, sólo en sí mismo está el arte en la obra, sólo en sí mismo el ser humano en la persona, sólo el artista más allá del camino que transita. No basta con que el camino sea difícil para llegar a la obra de arte, es necesario recorrerlo sea el que sea, pero sobre todo hay que asimilarlo, hay que vivirlo y beberlo hasta la última gota, hay que beneficiarse de cualquiera y cada una de las circunstancias que son las que nos hablan, hay que procurar entenderlas y no desfallecer en la búsqueda porque lo que se encuentra siempre ha de tener su belleza intrínseca y su bondad. La obra en sí misma está detrás de cualquier quiebro del camino, pero sólo está si llega, necesita ser recogida, necesita del espectador que le devuelva vida, sigue presente el doble sentido, de la obra que se hace sólo si se deja volver a hacer por quien la contempla.

Cuando en el estudio, con los útiles a mano y la poesía dentro, jugando con los sentimientos que pujan por abrirse paso, se pasan las horas trabajando, puede el ejercicio con una palabra, una frase o el poema entero comenzarse una y otra vez, repetirse hasta el cansancio, cientos o miles de veces, acumular papeles en el suelo llenos de trazos que han luchado en su espacio por estar enteros, para ser ellos justos, no dejarse llevar por otros, ser auténticos y no un plagio, sin embargo uno tras otro caen sin fuerza de la mesa a sabiendas que se han torcido en el recorrido. La mente se fue pensando y dejó huérfano al trazo que se hundió errático por un papel en el que siempre se sintió extraño, o bien la concentración fue tan absorbente que enfiló el trazo poniéndolo tieso y quebradizo como un palo, quizás arremolinara los quiebros haciendo un pastiche y dejando demasiado espacio en blanco. Una misma siente que el trazo no fluye, que se estanca o que se quiere marcar un estilo insistentemente, como machacando una idea que aun no siendo cierta se la atrapa para tapar una laguna caótica de desconcierto, de nada, puede que un aluvión de trazos llenos de un entusiasmo hilarante pero falto de energía que se tambalea ebrio de engaños, de mentiras fáciles con las que pasar un rato. De todo se empapa la obra y cuando se la mira se sabe que hay demasiadas otras cosas que no le pertenecen a ella, que se suman resolutivas y a su vez apelan a ser despojadas de todo lo que sobra para ir llegando a ella.

En el estudio se trabaja para que la fuerza que está dentro de quien pinta las palabras surja limpia, sincera y lo más en armonía con el objeto que es la poesía, buscando el orden más real dadas las circunstancias. El viaje es apasionante, embriaga el descubrimiento de lo que pueda ser y cuando se halla, uno lo sabe porque todo encaja y se recubre de una belleza enigmática que funciona. Sobre todo porque ya inquieta te está pidiendo otra, porque sabe una que puede llegar más dentro, que hasta ahí son sólo cosquillas y que el proceso permite una respiración más profunda, se tiene el pálpito del espacio, de la ingravidez, de que aún se puede prescindir de algo para adquirir mayor compenetración. Llegan las dificultades, las caídas otra vez porque el movimiento te descubre el precio de lo que implica subir a la altura que antes ni vislumbraras, como en la montaña que según aparece el sendero que asciende, algo más hay que sacar de la mochila. Cuanto más carga una, más límites le pone al trazo, cuanto más se libera una, más flexible se vuelve el trazo. La vida te da pero también te reclama, el trazo te ofrece pero también te exige y cuando aceptas, el vértigo que se apodera de una lo ves reflejado en el espacio del papel y la atracción es la condena para seguir en pos de esa luz que tan pronto se enciende como se apaga, cuando crees que sí, que ahí, nada de nada. Y la pregunta es constante hacia una misma, se aparca el pincel, se cavila díscola sobre lo que a una le atañe, se mira hacia atrás, las encrucijadas vividas, las decisiones tomadas, la vergüenza que provocan algunas, la satisfacción otras, las que se eludieron por miedo, respeto o sin ganas para enfrentar lo que se enquista con el tiempo silenciándolo para un más tarde venidero. Palabras que despiertan intimidades, quizás guardadas para que la luz no las aclare, otras conectadas con esa realidad que atraviesa tocando todas las sensibilidades desde lo remoto desconocido al devenir inexplorado y que el pincel plasma con trazos que no se desatan o agujeros que se cierran sin reflejos.

 

Estas 12 últimas entradas responden al libro que publicara en 2016 en ediciones Mandala:  VIENDO POESÍA           Extractos que pueden completarse con su lectura. No deja de ser una meditación en voz alta sobre mi propia experiencia artística, la búsqueda incesante de mi expresión volcada en el trazo junto a las cuestiones que me han ido acompañando en este viaje… Una liberación que sin duda me permite llegar al encuentro de lo que sale al camino con mayor soltura.

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