Entrañando el signo.
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Entrañando el signo.

Con cada nuevo avance, al menos en lo que al tiempo se refiere se ha ido prescindiendo cada vez más de la gracia, el ornamento, el marco para presentar la obra, pero sólo en apariencia pues lo que antes era ese contorno que limitaba el cuadro separándolo del que lo miraba, ahora son espacios en los que la obra y el espectador interaccionan. Hay instalaciones y obra contemporánea que presentada en ciertos museos le hacen al espectador entrar en ella, como si entraran en el cuadro anulando cualquier resto de perspectiva que pudiera permanecer, los museos como gigantescos marcos, contenedores de un arte que huye de la ilusión para hacerse real. Entramos en algunos museos como si entráramos en un inmenso cuadro, hasta ese punto la perspectiva ha desaparecido, dentro del cual nos movemos y experimentamos, al espectador ya no se le deja escapar con tanta facilidad, se le marcan circuitos, tiene que trabajar, auscultar el espacio en derredor, se le dificulta la visión para que elabore, busque y cambie su mirada, aprenda a ver lo que no entiende, obligándole a exclamar ¡qué es esto!

la quietud permite que el centro se mueva

Reduciéndose la pintura en Europa y Estados Unidos a la mínima expresión acoge a las formas de la escritura en su seno creando con ellas en la observación de la naturaleza. Las formas de la escritura parten de dentro del ser humano, las formas de la naturaleza las encontramos fuera de él. Por eso precisamente los signos de la escritura, que son una creación del hombre y que parten de su interior más original, son sublimados ahora más allá de las formas que podemos encontrar en la naturaleza y fuera por tanto de él. Siendo a la hora de surgir, siempre con el misterio de las entrañas, considerados los signos de la escritura superiores a las formas que en la naturaleza encontramos, precisamente debido a la profundidad humana que atesoran.

La escritura china se adentró primero en su pintura de palabras ya que en su más tierno inicio partió de simples croquis que se convirtieron con el tiempo en los signos de su escritura, unos signos que fueron evolucionando al tiempo que perdían la abstracción para irse concretando más y más, aunque la semilla prevalece. Cuanto más antiguo, más primitivo es el signo chino para la escritura, más abstracto es, más significados contiene en sí mismo, proclives a transformarse según el contexto. Cuanto más avanzamos en el tiempo, más se definen y concretan figurando mejor su contenido. Su semilla es su desapego interior, su insipidez, su contención para concretar, para posicionarse, por eso los caracteres más antiguos contienen muchas posibilidades, vehiculan las transformaciones del pensamiento pero sobre todo de cada tiempo, se adaptan a ser sazonados en el flujo de una afirmación para desprenderse acto seguido de lo prestado, volviendo a la indiferencia de la transición.

El camino es de lo abstracto a lo concreto, se mimetiza primero con la naturaleza para trasladar su incomprensión al signo que la figura, a partir del desconcierto de una naturaleza incomprensible va estructurando un pensamiento que dé concierto y orden concretándolo. Su ambición es penetrar el cambio, experimentar su coherencia, ser parte del desarrollo, de lo que se distiende. La naturaleza no es un objeto que escudriñar o examinar como algo ajeno, sino en el que adentrarse para dar con su misterio, se busca entenderla desde dentro, aceptarla tal cual y penetrarla para abrir su secreto, sin ella él no es y sin él ella tampoco, son una unidad trabajando la mutua transformación que tiende al silencio, a la no acción.

Cada vez hay más interés por las ideas del Dao y el Zen. Sin embargo la perspectiva es ahora mismo una divergencia pues aunque el lienzo es ya bidimensional sin la ilusión del espacio ilimitado, en la mente del artista sigue presente y también en el espectador occidental que busca incansable la obra en un golpe de vista genérico, incluso entornando los ojos como el impresionismo nos enseñara para captar en profundidad lo que el conjunto de la obra nos ofrece. Sin embargo el rollo que acoge la pintura de palabras que tan mal se adapta a los museos, se resiste a ser contemplado de golpe y pide el paso a paso según se desenrolla, aun cuando sea vertical y se muestre totalmente extendido, quiere que la vista se pasee por los meandros del trazo que explosiona a su vez el espacio blanco que surge con él de principio a fin experimentando el camino, la acción, recreando el viaje.

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