la palabra liberada del lenguaje
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la palabra liberada del lenguaje

la palabra liberada del lenguaje

En el Daodejing se le concede a la palabra ser madre de todas las cosas. Surge la palabra de un espacio interno, un vacío que vive y germina en las entrañas y desde él nace una palabra, una palabra que abre ese reducto sagrado que carece de movimiento, que está cerrado en sí mismo, y esa palabra primera que es respiración y aliento abre lo sagrado para poner en movimiento lo divino.

Porque la palabra que está inserta en el lenguaje es instrumento que nos conduce a la comunicación, que transcribe el pensamiento, que entra en una sucesión y va desvelando la historia. Ese hacer del hombre que queremos explicar y ver, atado a una cadena de causas y efectos que nos encargamos de historiar para seguir avanzando linealmente, lo que llamamos progresar y mejorar con la experiencia y el convencimiento de superación y mejor organización de la sociedad en la que nos desarrollamos como seres humanos. Tenemos nuestro espacio y tiempo que estiramos en el vivir diario y lo contamos con el lenguaje como instrumento necesario e imprescindible para transmitir nuestra historia.

Pero la palabra, cuando se libera del lenguaje, cuando aún no ha sido instrumentalizada por él, es pura respiración y aliento vital.

En palabras de María Zambrano descubrimos que: … hay algo más, infinitamente más precioso, importante y activo; se trata de una acción pura, libertadora del ser oculto bajo el tiempo perdido, rescatadora de lo llevado por el tiempo devorador. Una acción reparadora, re-creadora, con la cual la acción de la poesía andará siempre un tanto emparentada. Toda poesía tendrá o buscará tener, y en los más tristes casos lo pretenderá estérilmente, algo de ese lenguaje sagrado autónomo, y querrá realizar algo anterior al pensamiento y que el pensamiento, cuando se da a correr discursivamente tan sólo y solo, no podrá cumplir.

Esa palabra que surge a través del ser, sin el yo que la conduzca, sin causa, sin porqué, como liberadora de un espacio que antes cerrado en sí mismo se abre, y se siente que algo se suelta, algo se libera y abre camino, un camino que es divino, esa es la palabra a la que aspiramos como aliento vital. Esa palabra que es pura poesía es la que pintamos, la que llevan en China pintando por siglos y siglos. No es escritura porque el pincel no atiende al instrumental lenguaje, el trazo del pincel conecta con el alma para conducir el movimiento que nace de las profundidades más oscuras en ese doble movimiento hacia lo que está arriba y cuya luz nos ciega, sólo desde la oscuridad podemos ver la luz y la palabra que nace libre en el movimiento de ser y vida en comunión.

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