La razón en una lógica del sentir.
Porque es necesario el silencio para adentrarse en el laberinto, la razón sola no puede seguir al trazo, se le escapa indómito, se va hacia un sentimiento que descalabra a la pobre y simple escritura.
Ese fondo oscuro, tenebroso que se expande dentro, dentro de uno mismo, entrañado, entre las entrañas se acomoda indiscreto, que no llega nunca a solidificarse pero, sí por momentos, adquiere la fuerza de una llama y se transforma en agua. Flujo que disuelve fijaciones, obsesiones, enrocamientos de pensamientos, la avidez del deseo, y pasa, sigue, continúa. Aletea la luz suave de una aurora que deja ver.
Mirar hacia arriba deslumbra en la cegadora luz de lo claro y nítido, refulgir que oculta, solidifica, enquista. Pero aspira al ser en la contraria dirección de lo de abajo que es pasión y padecer. Adentrarse y salir no son direcciones únicas, son idas y vueltas que hacen camino, constelan a falta de gravidez, con la experiencia a cuestas del que atravesado por el dolor, la dificultad extrema o la dicha sin límites se inicia, pasa a ser un iniciado ¿en qué? en la vida supone al razón en la lógica del sentir.
Silencio es el último movimiento del trazo y pide lo sigas, lo encuentres, lo adentres…
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