Palabras y Números
¿ANTE EL HORROR DE LA IMAGEN?
Rechazar la imagen… El poeta Guillaume Apollinaire (1880-1918) puso el nombre de Orfismo a una corriente artística fechada en torno a 1913 y de corta duración, antesala de la abstracción, se basa en la armonía musical, prescinde de la figuración para adentrarse en el color y la luz, elude lo visual y lo llegan a considerar “arte puro” en su conjunción de música y poesía. Pretenden darle movimiento a la obra pictórica; su representante más destacado es Robert Delaunay (1885-1941) que junto a su esposa Sonia (1885-1979) desarrollan una pintura cuya técnica está basada únicamente en el color, contrastes que se desdoblan en el tiempo apercibiéndose de forma simultánea.
Puede, entonces, la imagen causar horror, tan ostensible en Plotino nos dice María Zambrano: El dolor, la imagen, lo propiamente humano y como tal sólo infernal. Plotino que sufre hasta el extremo el horror pitagórico de la imagen, debe a Platón la ganancia del mundo de la visión… Aristóteles se había decidido por el logos-palabra, y Platón sentíase cada vez más atraído hacia el logos del número y de la música, que es igualmente el del silencio.
La palabra cae en la esencia, de sí misma. El número vuela en la alteridad, de lo otro. Poesía y Música, palabra y número ¿arte puro? Inevitablemente voy a la pintura china que en el Trazo tiene a su máximo componedor, que no puede apercibirse de forma simultánea, exige a la mirada irse desplazando según el trazo va desdoblándose en la obra, es un recorrido de la mirada, un camino que se abre con la primera pincelada y que hay que seguir hasta su final, como ocurre cuando se escucha música, hay que seguirla mientras dure su tiempo. El trazo chino reduce el color a lo más básico del negro y el blanco con todos sus matices, su esencia es el movimiento.
Siguiendo el pensamiento de María: Espacio y Tiempo son categorías últimas del universo mirado por el hombre. El espacio del papel y el tiempo del trazo absorben el universo, con la palabra entrañada en uno y la música en relación con lo otro. Se trabaja la armonía de los contrarios, la no identidad, la no concreción, se suelta el trazo que se adentra en el movimiento.
Sigue María diciendo que: El espacio atrae al pensamiento, es buscado como el lugar del ser. El espacio lleva consigo la salida a la luz. El hombre que siente haber ganado en espacio siente al par que sale a la luz; la cárcel es siempre oscura… La música nació para vencer el tiempo y la muerte, su seguidora. Lo que se revela y se hace accesible por la música son los infiernos del tiempo de la naturaleza, del alma entre la vida y la muerte, que hubo de atravesar para saberse a sí misma y ponerse a salvo. El simple sentir del tiempo es ya infernal. El número lo reduce, lo racionaliza. Cuando estamos presos del sentir del tiempo, contar es una actividad aplacatoria, una especie de rito. El horror del tiempo se aplaca primeramente por la monotonía.
La palabra define, capta a la forma; revela la plasticidad del universo. En la palabra se encierra, se contiene una inteligencia que tiende a hacerse cuerpo; la palabra parece el pozo de un ímpetu que desciende a hacerse lo más parecido a cosa; un sentido que busca de su forma. La palabra desciende.
La angustia del tiempo inspiró el orfismo, raíz de las creencias pitagóricas iniciales. El gran trabajo de Pitágoras debió ser racionalizar ese tiempo primario, devorador… El viejo Cronos que se alimenta de sus hijos… padre del éter y de la noche eterna, del silencio, fue también padre de la música, tiempo racionalizado, tiempo hecho alma en virtud del número… Cronos dios de los números y de la música.
Para los pitagóricos el Universo sería un tejido de ritmos, una armonía incorpórea: “¿Qué es lo más sabio? El Número; ¿qué es lo más bello? La Armonía” decía el catecismo de la hermandad pitagórica.
Pintar palabras, adentrarnos en la pintura de la poesía con el número musical, con su armonía, entrar en el ritmo que es movimiento. Pintar el Movimiento. El Trazo.
No es por definir la pintura, por concretizarla o razonarla, es una vez más ver su movimiento. Cuando la forma plástica elude, en un momento determinado, la visión, y escucha el movimiento del universo, es simplemente una realidad ¡Qué estaremos haciendo aquí abajo que ya no queremos verlo y miramos hacia arriba en busca de una compensación que alivie esta caída en la oscuridad de la que la sociedad es la principal protagonista! La pintura no es solución, tampoco pregunta, es respuesta. Responde del tiempo en el que vive en el espacio que tiene.
La imagen de lo uno
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