Poesía contenida…
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Poesía contenida…

                    Claros del Bosque es una de las últimas obras de María Zambrano. Es difícil, un Sutra en el que no se explica, no busca la comunicación simple y directa. Nos deja en él su experiencia, es un libro más que para leer, para vivir.

diálogo silencioso

            Dice María que sin la vocación del hombre por el ser, la palabra no nacería. Sin la necesidad de presentarse, de hacerse visible, quizás de hacerse ser para los demás y para sí mismo, el hombre no sería animal de palabra.

                                   Aquí las dejo pintadas, es mi forma de vivirlas, desde lo más entrañado, desde su sentir profundo el trazo las hace moverse como un baile que se desplaza en el escenario de la hoja, como un canto que las arrastra lenta o vibrantes según la palabra misma pida. Porque ellas piden, cuando se las escucha en el silencio de uno mismo, brotan, en ocasiones indómitas, sin que uno mismo las traiga, aparecen sorprendiendo… Balbuceo, como el de los niños.

                                                                       Quizás en tiempos recientes las hemos instrumentalizado en demasía, a las palabras, hemos perdido su dimensión propia, simplemente las usamos para decir incluso mentiras, para convencer sin la verdad… Siempre ese “para” utilitario y servil. Hemos dejado de verlas para hacerlas decir lo que queremos, hemos interpuesto nuestro ser opaco y teledirigido.

                        Las palabras cosificadas. Nos valemos de ellas y las dejamos que se pinten, que no es escribirlas bellas como en la caligrafía para ser leídas, sino leerlas previamente y verlas luego fuera de la jaula de una grafía domada para ser útil. Recuperar su dimensión cosmológica, arrebatarle las reglas lingüísticas –la palabra liberada del lenguaje – que vuelvan a ser imprevisibles y aladas, como pueden aparecer tras la meditación o en la mística: en el silencio del yo. Pintarlas es redescubrir el valor de lo inútil, el sentir del corazón en los Claros…

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