Poeta en Nueva York
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Poeta en Nueva York

De vuelta a la ciudad es el capítulo VII y lo componen 3 poemas: New York, Cementerio judío y Crucifixión.

La observación deduce y dirige la mirada hacia lo que hay detrás de lo que la simplicidad de la vista nos ofrece, comprende que tras las formas hay una vida cuyo movimiento ha ido dejando que aflore lo que se ve, quedarse en las meras formas buscándoles una composición digna es tanto como vivir apartando el corazón y el alma para decantarse por la razón y los sentidos.

La observación detenida, la que se para a meditar el movimiento, ni discrimina ni separa, acoge el movimiento de la vida en presencia de la muerte. Dice Chantal Maillard que No estamos en un medio, sino que pertenecemos al medio, que no es un medio, por cierto, sino un complejo sistema del que formamos parte y en el que no hay organismos separados sino relaciones, intercambios y mutua dependencia. La ecosofía empieza con esa comprensión.

Insiste: no hay diferencia entre lo humano y la naturaleza. Es hora de abolir las viejas dicotomías  y empezar a pensar en otros términos. Lo que hay es un complejo tejido simbiótico o, como nos lo dieron a entender las fuentes chinas más antiguas, una energía en perpetua mutación. Si fuésemos capaces de contener, por un momento, la necesidad de crear el propio personaje, la agitación se calmaría y nos daríamos cuenta de que el cuerpo percibe lo que llamamos “entorno” como un sistema de resonancia. Todo vibra, tan sólo hace falta dejar la mente en suspenso para intuirlo. Para evitar el riesgo de malinterpretar, no hay mejor manera que poner entre paréntesis todo lo aprendido y, como indicaba Zhuangzi, ponerse a la escucha.

El Trazo es pura intuición de lo que vibra y en la poesía encuentra la escucha que, Lorca por cierto, tan profundamente acogía haciendo de sus versos cajas de resonancia…

 

yo denuncio a toda la gente que ignora la otra mitad…

el agua era una paloma

corazón de paloma

barcas de los cementerios

el cielo pudo desnudarse

la sangre mojó sus pies

la sangre los seguía con su balido de cordero

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