Editorial Comares (Granada) – 352 páginas
El poema de Liu Zongyuan no describía un paisaje, lo que hacía era una evocación del principio esencial del budismo, la irrealidad de la aparente realidad, la fugacidad del instante, la sublimación de la extinción. Es esa poesía hecha con apenas un punto rojo que, sin palabras, es capaz de evocar la más infinita de las primaveras.